Ficha Técnica
Año: 2020-2021
Titulo: El Sentido Olvidado
Exhibida: Proyecto Binario
Formato: video- performance y fotografía

Durante la pandemia mundial de 2020, Liz Callejas desarrolló como parte de la residencia de Proyecto Binario, una exploración colectiva de cuatro semanas en torno al cuerpo y sus diferentes formas de atravesar(se). Esta propuesta surgió de una experiencia personal de paranoia y alienación, detonada por las restricciones sanitarias y el miedo al contacto humano.

La imagen del abrazo mediado por plásticos en hospitales de todo el mundo se convirtió en un símbolo inquietante de la distancia física y emocional que la humanidad debía adoptar para protegerse del COVID-19. La imposibilidad de tocar y ser tocado abrió un vacío sensorial, llevando a la artista a experimentar con el tacto a través de materiales no convencionales, como el azúcar y el plástico.

Inspirada por la frase de Pablo Maurett: “El sistema métrico propuesto dice cómo los dáctilos (dedos) nos mantienen al ras de piso en medio del conflicto en la in media res de nuestra existencia”, Callejas exploró la capacidad del tacto para generar estímulos en un momento en el que las manos se convirtieron en vectores de contagio. A través de una serie de ejercicios con la mano y el azúcar, buscó dejar rastros y traducir sensaciones en medio de la crisis global.

El proyecto culminó en una video-acción en la que el cuerpo, envuelto en plástico, se sumergía en una atmósfera de asfixia y quietud. La respiración lenta y la sensación de una costra que se adhería a la conciencia evocaban la fragilidad de la experiencia humana en medio de la pandemia. La obra invita a reflexionar sobre la transformación de lo háptico, es decir, la percepción a través del tacto, y cómo este sentido fue renegociado bajo la amenaza del virus.

Surge en medio de estar sumergido en este plástico el recorrido o sensación de cuando uno abraza a otro, se penetra el límite que nos salva de la paranoia, porque es justamente su efecto el que transfiere una sensación volátil y sutil, casi reparadora por el tacto. Un desplazamiento ambiguo tal vez —unos pliegues, un silencio— la belleza tranquila y optimista de encontrar un cuerpo al final de este recorrido indefectible.

A través de esta exploración, la artista no solo cuestiona la ausencia del tacto, sino que sugiere un reencuentro con la conciencia corporal desde la distancia. Su trabajo se convierte en un archivo sensible de un